Al celebrarse el primer aniversario del fallecimiento de nuestro amigo y compañero de jornadas CARLOS ALBERTO LOPEZ ACOSTA y en cumplimiento a lo ordenado por el H. Consejo Superior, nos hemos reunido el día de hoy a honrar la memoria de un hombre bueno y a acuñar para la posteridad el nombre de esta Sala de Lectura de la Biblioteca Central de nuestra universidad en recordación del profesor CARLOS ALBERTO LOPEZ ACOSTA. 

Me asiste una serena certeza que todos los aquí reunidos participamos con sinceridad de este homenaje pues no se trata de rendir culto al formalismo sino que todos estamos movidos por el ánimo de la lealtad con una recordación amena de un hombre singular. 

Hablar de su trayectoria, que pareciera innecesario dado que todos lo conocimos y convivimos con su dedicación y entrega, es una tarea placentera y que nos precia del orgullo de haberlo tenido entre nosotros: Era un urgador de caminos que nunca se detuvo en la adversidad de los tropiezos humanos; fue un incansable trabajador que amaba lo que hacía y confiaba en sus esfuerzos; vivió en y para esta noble causa de la vida universitaria, apartando para ella sus mejores momentos y la brillantez de su ingenio; ignorante de toda fatiga, siempre entregó. Nuestra Universidad se dolió con la amargura de la incomprensión para tan pronta partida. Fue docente en el ejemplo, investigador inquisitivo y tocado con los dones del servicio a la sociedad. 

CARLOS ALBERTO LOPEZ ACOSTA fue un magnífico ser humano que buscó el equilibrio que a todos falta: entre la solemnidad de su trabajo y la broma alegre, entre su dón de gentes y el toque de maestro, habitó un buen hijo y padre y esposo y hermano y amigo por lo cual la levedad de la memoria exige apartarle este recinto dedicado a la inteligencia. 

La Universidad entiende que una Sala de Lectura de nuestra orgullosa Biblioteca es una excelente página de testimonio para un hombre de tantas virtudes, a quien no dudamos en emular como enseña propicia a las presentes y futuras generaciones de maestros y ciudadanos para una sociedad de mejores horizontes. 

Donde quiera que habite, CARLOS ALBERTO LOPEZ ACOSTA ya tiene asegurado un templo del recuerdo, que situará entre nosotros la presencialidad de sus principios y la huella indeleble de sus afanes. 

A su familia, el cálido abrazo de esta comunidad universitaria que tuvo el honor de haber contado entre sus huestes al enamorado de la vida en cuyo honor nos hemos reunido y a todos ustedes la gratitud por su presencia y la cordial invitación a ser dignos herederos de la nostálgica hidalguía de un hombre singular. 

Muchas gracias.

Fecha de expedicion: 2002-03-12