CONDECORACIÓN ORDEN “JORGE ROA MARTÍNEZ” AL PROFESOR HERNÁN BARRENECHE RÍOS 

Pereira, 8 de noviembre de 2010 

Estimados amigos: 

Siempre he creído que los seres humanos merecen el reconocimiento cuando han logrado sobresalir y hacerle aportes significativos a la historia, no solo como un testimonio de agradecimiento sino por el significado que para las nuevas generaciones tienen esas epopeyas personales que se salen de lo común y se convierten en hitos para la sociedad. 

Este es el caso de Hernán Barreneche Ríos, un ilustre Pereirano, funcionario de toda la vida de la universidad Tecnológica de Pereira que ha llenado de Gloria a esta ciudad y a Colombia; no es extraño que Coldeportes y la Federación Colombiana de Atletismo lo hayan escogido para ser exaltado como uno de los 20 mejores atletas del país en toda su historia. 

La Universidad Tecnológica de Pereira no podía ignorar a este grande del Atletismo, por ello, aunque tardíamente, hay que confesarlo, ha decidido subirlo al podio de la excelencia imponiéndole la orden al mérito Jorge Roa Martínez, la máxima condecoración que entrega la Universidad a las personas que se han ganado el derecho a ser consideradas ejemplares. 
No es un desconocido para nosotros; Hernán es un compañero de trabajo, egresado del programa de Tecnología Mecánica con quien hemos compartido y convivido durante 40 años. Un señor en toda la extensión de la palabra. 

Como ya es costumbre en estas distinciones, me suelo apoyar en jóvenes talentos de la Universidad para que me ayuden a levantar la historia de vida que dejo como testimonio en el discurso de imposición de la condecoración. En esta ocasión me colaboró el Joven estudiante de Español y Literatura, Daniel Mirot Caballero a quien extiendo todo mi agradecimiento. 

La vida de Hernán Barreneche Ríos se podría dividir en un antes y un después de su primera carrera deportiva. Era el año de 1959 cuando Hernán Barreneche, por entonces estudiante de veinte años, decidió participar de manera no oficial en las justas intercolegiales que se llevaban a cabo en la ciudad de Pereira. Lejos estaba él de imaginarse que esa primera competencia sería el inicio de una vida deportiva que en menos de un año lo convertiría en el campeón Nacional de Atletismo y que hoy, cincuenta y un años después, continua vigente y cosechando frutos. 

Hasta entonces Hernán Barreneche había sido un prometedor estudiante del recién fundado Instituto Técnico de Pereira, hábil con los números y sus cursos de mecánica pero alejado totalmente del mundo deportivo. Provenía de una familia de campesinos de ascendencia antioqueña que dos generaciones atrás se habían asentado en la vereda el Chocho, ubicada a diez kilómetros del casco urbano de Pereira. Pese a sus orígenes humildes, sus padres, Arturo Barreneche y Matilde Ríos, se preocuparon por su educación escolar desde sus primeros años. La rudeza de la vida en el campo no fue impedimento para que Arturo Barreneche inscribiera en la escuela local a sus hijos, quienes a manera de agradecimiento, dedicaban sus ratos libres a ayudarle en sus labores. Por aquella época, las escuelas rurales tan solo ofrecían enseñanza hasta el segundo curso de primaria, situación que mortificaba al padre de Hernán Barreneche, quien deseoso de que sus hijos no fueran analfabetas, no dudo en inscribirlos hasta tres años seguidos en este curso, hasta que estos tuvieran la edad suficiente para acceder a una institución en Pereira. 

Fue a principios de la década del cincuenta cuando Hernán Barreneche decidió llevar a cabo este sueño, por lo cual le solicitó a su padre que lo inscribiera en una escuela en la que pudiera finalizar su primaria para posteriormente iniciar su bachillerato. Fue así como se matriculó en la Escuela Santander de Pereira, de la cual pasó, dos años después, al Instituto Técnico de Pereira. Entre su casa y estas instituciones había diez kilómetros de distancia a través de un camino de herradura, recorrido que Hernán emprendía a diario desde muy temprano en la mañana y que volvía a realizar una vez terminaba su jornada de estudio a las cinco de la tarde. Esta experiencia que llevó a cabo casi por diez años consecutivos sea tal vez el primer antecedente de su futura gloria deportiva, pues jamás se quejó y aun más, siempre emprendió con gran ánimo dichas caminatas, convencido de que el estudio bien valía el sacrificio. 

En 1959 cuando aún le restaban algunos pocos años para graduarse como bachiller, sus compañeros y profesores, conocedores de sus caminatas diarias y admirados por la gran resistencia física que el joven estudiante demostraba, lo animaron para que hiciera parte del equipo atlético de la institución que participaría en los juegos intercolegiados municipales. Aunque más animado por la curiosidad que por el espíritu deportivo, Hernán aceptó participar en la prueba de 10 Km, pero desgraciadamente, él y sus compañeros de equipo dejaron pasar la fecha de la inscripción, motivo por el cual no fueron considerados participantes oficiales de la competencia. Esta situación no desmotivó a los atletas quienes seguros de sus capacidades decidieron correr de manera no oficial. Era el 19 de julio de 1959 y la historia de Pereira registra como ganadores de ese certamen otros nombres, pero lo cierto es que aquel día, Hernán Barreneche llegó primero a la meta, seguido muy de cerca por sus dos compañeros de equipo. El recordado Alberto Mora Mora, Médico insigne de nuestra ciudad, promotor del deporte , quien le dio el nombre a nuestro primer estadio de Futbol, presenció el triunfo de Hernán y consideró injusto que su proeza no fuera tenida en cuenta, razón por la cual, en un acto personal de desagravio, le ofreció como medalla una camiseta de marca Jarcano; prenda con la cual por primera vez Hernán Barreneche se vistió de Gloria. Jarcano, fue una Industria de Confección famosa de la época, cuya nombre comercial respondía a los apellidos de sus propietarios; Jaramillo y Cano. 

A partir de ese día el atletismo de alto rendimiento se convertiría en una obsesión de vida para el joven Hernán quien se dedicó a auto entrenarse con miras a los cuartos juegos departamentales que semanas más tarde se realizaron en Santa Rosa de Cabal y en los cuales se coronó la medalla de oro en la media maratón y alcanzó a llevarse dos medallas más, de plata y bronce en las pruebas de diez mil y cinco mil metros respectivamente. Esta participación resulta definitiva en su consolidación como atleta profesional, pues su buena actuación fue premiada con una invitación para participar en los Octavos Juegos Atléticos Nacionales que se realizaron en Cartagena en el año de 1960, 50 años atrás. Hernán estaba sorprendido con los resultados, hacía tan solo unos meses atrás todo aquello era sencillamente inimaginable; por lo demás era la primera vez que salía de Pereira y nunca había visto el mar. En su interior ya comenzaba a nacer el sentimiento de responsabilidad frente a la bandera que representaba, y que siempre lo ha acompañado durante sus carreras. En Cartagena dio todo de si, ganando oro en la prueba de la media maratón, y confirmándose de esta manera como el mejor fondista que por entonces existía en el país. 

Paralela a su consolidación deportiva se iniciaba también su vida laboral. Graduado en 1962 como bachiller mecánico en el Instituto Técnico Superior, Hernán Barreneche entró a trabajar a una fábrica de motores en Pereira; fabrica que cerró sus puertas dos años después, dejando un gran número de desempleados entre los que él se contaba. Sus glorias deportivas no le revestían ningún aporte económico pues por entonces se practicaba el atletismo amateur, es decir, una formación deportiva en la que cualquier otro premio que no fuera la satisfacción por llevar al cuerpo a su máxima perfección, estaba prohibido. No existían patrocinadores salvo los institutos locales y Coldeportes quienes en el mejor de los casos solo aportaban transporte y viáticos durante las concentraciones y torneos, pero nada que le representara a los deportistas un medio de vida. Angustiado por la falta de empleo y consiente de que el atletismo no le ayudaría a consolidarse económicamente, Hernán emigró a Manizales, por entonces capital del Gran Caldas en donde fue contratado por una fabrica de refrigeradores. Esta decisión alarmó a algunos dirigentes deportivos de Pereira, quienes temerosos de perder la representación de Hernán en futuras competencias, buscaron la forma de que este regresara a su ciudad natal. Fue así como el denominado Comité Municipal de Atletismo de Pereira (CMAP) gestionó para él una plaza como docente en el colegio Rafael Uribe Uribe, a donde el joven Bachiller y destacado Atleta ingresó como profesor de matemáticas y educación física. 

Correr grandes distancias y el ejercicio docente, son las actividades en las que Hernán Barreneche más se ha destacado, y a ambas ingresó casi por casualidad, sin siquiera percatarse de ello. Antes del ofrecimiento que le hicieran para enseñar en el colegio Rafael Uribe Uribe, jamás imaginó verse frente a un salón de clases, y sin embargo lleva ejerciendo esta profesión casi que el mismo tiempo que lleva compitiendo en carreras atléticas. Consiente que para ser un buen maestro era necesario capacitarse, en 1966 realizó con el Icfes una serie de cursos que le permitieron obtener el titulo de Bachiller Pedagógico con el cual su situación laboral como profesor se oficializó. No significó esto que su actividad deportiva disminuyera, pues al contrario, durante la década de los sesenta obtuvo muchos de sus mayores logros deportivos. Participó en innumerables pruebas de alto rendimiento en las cuales no era extraño que obtuviese medallas y trofeos. Se le consideraba uno de los grandes deportistas no solo a nivel nacional sino continental, pues en 1962 había ganado ya la medalla de oro en la prueba de Maratón realizada durante los Octavos Juegos Centroamericanos y del Caribe, llevados a cabo en Kingston, Jamaica, siendo este su primer logro internacional. Siguieron a esta participación otras entre las cuales se destacan la Maratón de San Sebastián en España, la carrera de San Silvestre en el Brasil y la Media Maratón Suramericana, realizada en Cali en 1963, competencia esta en la que obtuvo medalla de Bronce. 

Sus logros deportivos le consiguieron un cupo para participar en la primera maratón oficial realizada en nuestro país, la cual se llevó a cabo en Bogotá al inicio de 1968. Para Hernán esta carrera resultaba fundamental pues el ganador obtenía como premio el único cupo que el comité olímpico de México 68 ofrecía a Colombia en la modalidad de atletismo de alto rendimiento. En el momento de la salida Hernán supo que aquel era un momento decisivo en su vida deportiva y que una oportunidad como aquella tal vez no se volvería a presentar. Dos horas y veintiocho minutos bastaron para que el corredor pereirano cumpliera con el recorrido de cuarenta y dos kilómetros y llegara primero a la meta, ganando de esta manera un cupo directo al torneo olímpico a realizarse ese mismo año. Aquel fue un momento de gloria que jamás borrará de su memoria. 

Pero en México le esperaba una amarga sorpresa. La tarde en que se realizaría la maratón olímpica, Hernán fue invitado por Humberto Chica Pinzón, presidente de la Federación Colombiana de Atletismo para desplazarse hasta el punto de concentración de los atletas en su carro particular y no en los buses oficiales, buscando con ello la mejor comodidad para el atleta colombiano. Pero el destino quiso que pocas calles antes de llegar, el auto fuera embestido por otro carro que impactó por el lado en que precisamente viajaba Hernán. Cuando este recobró el sentido descubrió con tristeza que tenia varias costillas fracturadas y su muslo izquierdo severamente resentido. La carrera no había empezado aun, pero en aquellas condiciones era imposible suponer si quiera una participación. Aquel terrible accidente ocurría en el momento justo en que Hernán Barreneche se hallaba en su mejor momento deportivo y era un claro candidato a la medalla de oro. 

De regreso a Colombia y con la frustración a cuestas, Hernán reinició sus actividades como docente mientras comenzaba su recuperación. Pero si en el campo deportivo todo parecía inquietante, en otros terrenos de su vida todo parecía aclararse. Tras la división del Viejo Caldas, Hernán había quedado vinculado laboralmente al departamento caldense y no con Risaralda, motivo por el cual fue transferido a Chinchiná. Vivió en este municipio por espacio de dos años, tiempo en el cual conoció a María Dolly Loaiza, una jovencita hija de la dueña de un restaurante que el profesor Hernán frecuentaba. Pronto se inició un noviazgo que se convirtió en matrimonio a finales de 1969. En su joven esposa Hernán halló la fortaleza para seguir adelante con su entrenamiento y recuperarse de sus heridas. Pronto su nombre volvió a sonar en los podios de premiación y durante seis años consecutivos retuvo la medalla de oro en la maratón Colombiana que lo había llevado a los juegos olímpicos. Pero no solo en el amor y en las competencias su vida mejoraba. En 1970, 40 años atrás, la escuela de Ingeniería Mecánica de la Universidad Tecnológica de Pereira le ofreció un empleo como instructor catedrático que él aceptó sin dudar. De regreso a su ciudad natal y recientemente casado, Hernán encontró el equilibrio perfecto entre su actividad deportiva y su vida profesional y personal. 

1972 fue para él un año de grandes conquistas. Después de su tragedia personal durante los pasados juegos olímpicos, Hernán Barreneche sentía que la posibilidad de volver a participar en este certamen era muy lejana, pero sus logros deportivos le consiguieron un tiquete para Múnich 72. Como Entrenamiento especial, Coldeportes lo envió seis meses antes de las olimpiadas a competir en la Maratón de Boston en la cual obtuvo el decimo octavo lugar a nivel particular, pero junto a sus otros compatriotas consiguió la medalla de plata a nivel de equipos. 

De Boston viajó a Múnich junto con otros dos grandes corredores colombianos, Álvaro Mejía y Víctor Mora. La ciudad Alemana resultó ser todo un sueño para Hernán quien se sentía cada vez más cerca de alcanzar su mejor nivel y deseoso de desquitarse con la vida por el impase sufrido cuatro años atrás. Pero tampoco Múnich estaría exenta de tragedias. Durante la concentración deportiva, Hernán junto con el resto de atletas de las diferentes delegaciones mundiales, fue testigo de los ataques terroristas llevados a cabo contra los deportistas israelíes en el llamado Septiembre Negro. Como testigo de este infausto momento histórico, Hernán recuerda el luto y la tristeza que embargaron dichas competiciones. A pesar de estos trágicos sucesos, los juegos no se suspendieron y el equipo colombiano participó en la maratón junto con otros 109 atletas de todo el mundo. Aunque Hernán ocupó el puesto 29 en dicha carrera, y sus compañeros los puestos 46 y 54, aquella es para él su máxima gloria deportiva por encima de todas las medallas de oro que a lo largo de su vida ha recibido, pues su posición fue la mejor de entre todos los atletas latinoamericanos en dicha competencia y aunque este no le valió un reconocimiento oficial, para Hernán Barreneche como deportista significó su cúspide. 

Al regresar a Pereira tras los juegos de Múnich, decidió concentrarse en su joven familia. Pronto nacería Beatriz Helena, la primera de sus hijas y con los años llegarían Diana Marcela (fallecida) y Natalia. Consiente que una nueva responsabilidad primaba en su vida, el joven padre debió entonces buscar una manera de mejorar su situación dentro de la Universidad Tecnológica De Pereira, pues por su falta de título universitario, seguía siendo instructor y no profesor en propiedad. Unos pocos años atrás había decidido entrar a la misma facultad para la cual trabajaba y adelantar así la carrera de Tecnología Mecánica. Fueron años extraños en los cuales matriculaba tan solo la mitad de cursos por semestre para tener así tiempo suficiente para su entrenamiento y dictar sus clases. También resulta anecdótico el hecho de que muchas veces fuera compañero de clases de sus propios alumnos, situación que él tomaba con humor y valentía. En 1978 terminó felizmente su carrera y mejoró su situación laboral con la universidad en la cual aún se desempeña. No se quedó aquí, en el año de 1987, se graduó además como un Licenciado en Comunicación Audiovisual. 

Durante estos últimos años no dejó de participar en diversas carreras nacionales e internacionales. En 1981, a la edad de 40 años, ingresó en la categoría Máster, con el fin de seguir participando en eventos deportivos sin que su edad fuera un impedimento. Cada vez más deseoso de seguir compitiendo, Hernán Barreneche no se conformó con superar el margen de edad con el cual un atleta se considera de alto rendimiento, sino que siguió participando en esta nueva categoría. Los títulos desde entonces no han sido escasos. A partir de 1995 viene participando ininterrumpidamente del Mundial Máster de Atletismo que se celebra cada dos años en diferentes capitales del mundo. Precisamente en este campeonato ha ganado durante las tres últimas versiones, la medalla de oro en la categoría Sénior Máster de la prueba de maratón; ellas son: 

2005. Campeonato Mundial Máster en España, Medalla de oro 
2007. Campeonato Mundial Máster en Italia, Medalla de oro 
2009. Campeonato Mundial Máster en Finlandia, Medalla de oro 

Hoy, Hernán Barreneche tiene 71 años de edad y continúa más activo que nunca. Dentro de pocos días viajará a Santiago de Chile para participar en los juegos Suramericanos de atletismo. Una vez esté de vuelta, iniciará el entrenamiento preparativo para retener por cuarta ocasión consecutiva el oro dentro del mundial de su categoría. Sigue dando sus clases en nuestra institución y es un amoroso padre y esposo. La vitalidad de su cuerpo es la mejor prueba de una vida dedicada a una actividad a la que llegó sin proponérselo y en la que se mantuvo gracias a su pasión, orgullo y valentía. La medalla Jorge Roa Martínez que hoy le entrega la institución para la cual ha servido durante más de cuatro décadas, es la justa muestra de agradecimiento que se le ofrece a alguien que cada día nos llena de orgullo y cuyo ejemplo es un faro a las nuevas generaciones de atletas y estudiantes de todas las áreas del conocimiento que ven en él la prueba viviente de que con amor y disciplina todo es posible. 

Felicitaciones a su esposa María Dolly, a sus hijas, Beatriz Helena, Natalia, sus familiares, y a sus amigos, estamos frente a un hombre grande de verdad; ejemplo de sacrificio, persistencia y tenacidad. Es un ejemplo viviente de que querer es poder. 

Muchas gracias, 

LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector

Fecha de expedicion: 2010-11-08