Reelegido Juan Manuel Santos como Presidente de la República para el periodo 2014- 2018, nos corresponde a todos velar porque su gestión sea muy fructífera, pensar distinto no tiene sentido. Para la salud de la Nación, se debe voltear la página y aceptar el veredicto ciudadano.

Hay que reconocer que fue una campaña sui generis, agresiva, con excesos de todo orden, e ingredientes no muy ortodoxos, que exaltó a muchos e incomodó a otros; pero afortunadamente llegó a su fin y lo más prudente y sensato es bajarle la temperatura a la confrontación; todo está consumado. El pueblo habló dentro de las reglas de la democracia.

Sobreviven las diferencias y el ejercicio de la oposición, que también es un derecho democrático, pero que debe ejercerse velando por cuidar los intereses de la Nación. Sería una locura continuar con el afiebramiento y la polarización del periodo electoral que acaba de finalizar.

No es cierto en términos absolutos que quienes profesan ideas de derecha sean enemigos de La Paz, ni que quienes profesen ideas de izquierda sean amigos de la impunidad. Una y otra postura es extrema. Aquí se equivoca el que crea que el meridiano ideológico con respecto a La Paz, divide izquierdas y derechas.

Hay prevenciones y diferencias con respecto a las reales intenciones de las FARC y a la manera de buscar los acuerdos, en todo el espectro político. Se equivoca el país si no reconoce esta realidad.

Las diferencias que marcaban los partidos en el pasado se están diluyendo, las propuestas y posturas empiezan a parecerse mucho. Los reales contrastes hay que buscarlos por otro lado, quizás mas en los antecedentes y capacidades de las personas; además el discurso es eso, discurso. Pese a todo no hay otra forma de elegir los gobernantes, como suele decirse la democracia es imperfecta pero es lo mejor que tenemos.

Se registra una gran euforia entre los colombianos con respecto a la factibilidad de alcanzar la paz, lo vimos en las manifestaciones de columnistas, intelectuales y gentes del común; caló el discurso, que se refrenda en los resultados de una campaña, donde el diferenciador final resultó ser el tema de las conversaciones de Paz en la Habana. Un fracaso en el proceso de paz sería demoledor para el Gobierno, pero también para todos, sin excepción.

Ello obliga a trabajar por una reconciliación entre los colombianos si queremos que el eventual referendo se abra paso con éxito. Va a ser necesario un gran esfuerzo pedagógico para explicar los acuerdos a los que se llegue y sobre todo los sacrificios que a todo nivel habrán de hacerse para cumplirlos. Se impone una gran madurez y generosidad de las partes para lograrlo.

Fue un triunfo demasiado costoso, con compañías y respaldos inestables. Satisfacerlos a todos va a ser muy  difícil.

P/S. Me parece una gran injusticia lo que le ocurre al ex ministro Andrés Felipe Arias y me entristece la alegría que parece provocar en algunos.


Luis Enrique Arango Jiménez

Rector Universidad Tecnológica de Pereira

Presidente Sistema Universitario Estatal