No podemos estar tranquilos como país con los altos índices de abstención electoral, ni con la votación en blanco, así esta sea más justificable, de acuerdo a los resultados de la primera vuelta en la elección presidencial. Entre la una y la otra llegamos a un 66%, lo que significa que sólo uno de cada tres colombianos participó efectivamente tomando partido.

Hemos tratado de encontrarle explicaciones, más no justificaciones. No puede decirse de manera responsable que entre los cinco candidatos no había opciones. Se ha dicho que la guerra de acusaciones y denuncias mutuas entre los principales candidatos ha provocado una especie de sanción ciudadana en muchos que habiendo pensado votar por uno u otro terminó no haciéndolo o votando en blanco.

Siempre han existido los que de manera equivocada y cómoda sindican a todos los que actúan en política como iguales, sin diferencias. Algo así como que al pueblo siempre le irá mal con uno u otro, que todo está amañado y lo mejor es no votar. Eso no es cierto; si hay implicaciones para el país y para los colombianos con los Gobiernos que se elijan, y no de poca monta.

Hay que estimular la participación de los colombianos en las elecciones, aún incluso votando en blanco si esa es la decisión razonada del elector. No puede dejarse sólo a la capacidad, voluntad o interés de lo que suele llamarse las maquinarias electorales, menos aún de la manipulación mediática. Pienso que hace falta ampliar los incentivos para extender la base  de quienes los reciben. Hasta hoy quienes son empleados públicos pueden disfrutar de medio día de descanso; quienes estudian en Instituciones de Educación Superior Estatales, obtienen un 10% de descuento en los costos de matrícula, descuento que se hace permanente si continúan votando y quienes participan en concursos públicos para vacantes del Estado, tienen favorabilidad en caso de presentarse un empate.

Hay que imaginar nuevas formas de incentivar los electores antes que considerar el voto obligatorio, que tanta ampolla provoca pero que podría ser un mínimo deber ciudadano, como registrar un nacimiento, cedularse o denunciar un delito.

En Brasil el voto es obligatorio. En las elecciones generales de 2010, cuando triunfó la actual presidenta Dilema Rouseff, la participación llegó a 81,88%.

En Perú el voto es obligatorio, hay sanciones por no sufragar, y sólo para los ciudadanos de más de 70 años es optativo. En las elecciones regionales y municipales el porcentaje de votantes llegó a 83,5%.

Ecuador tiene sus particularidades en cuanto a la legislación sobre el voto. Es obligatorio para la mayoría de los ciudadanos (incluye sanciones), pero es opcional para adolescentes de 16 y 17 años, mayores de 65 años, presos sin sentencia, policías y militares. Para las elecciones presidenciales de 2009, la participación ciudadana sumó 87%.

En Uruguay el voto y la inscripción son obligatorios. En las elecciones municipales de 2010, alrededor de 80% de los ciudadanos votaron.

Hay que pensar en algo. No es conveniente para la democracia lo que está pasando.


Luis Enrique Arango Jiménez

Rector Universidad Tecnoógica de Pereira

Presidente Sistema Universitario Estatal